A lo largo de los últimos meses Britney Spears se ha sincerado públicamente acerca de sus mayores temores, sus inseguridades y los obstáculos a los que se ha enfrentado a lo largo de su vida, en especial durante los años que pasó sometida a una tutela legal que, en la práctica, cedía el control sobre su vida a terceras personas como su padre Jamie Spears.
Al anunciar su embarazo hace unas semanas, la princesa del pop también confesó que había sufrido depresión perinatal debido en gran parte al escrutinio al que se sometió su aspecto físico antes de dar a luz a sus hijos mayores, que fueron minando su poca confianza en sí misma.
Ahora Britney ha explicado que a lo largo de su adolescencia Jamie la llamaba a menudo “gorda” y que ella nunca se planteó si era lo suficientemente guapa para ser famosa hasta que su controladora familia empezó a presionarla para que fuera “perfecta”.
“Creo que mis días de rebeldía se debían al hecho de que siempre tenía que ser perfecta y bonita, me fui a los extremos y me volví salvaje”, añadió.
Por suerte, Britney ha podido recuperar la seguridad que sentía antes de empezar a trabajar en el ‘Club de Mickey Mouse’ a los 12 años, aunque insiste en que el daño psicológico que le causó su padre siempre estará ahí.
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